Un emplazamiento definitivo para el colegio.
La supervivencia del proyecto dependía de que tanto los cooperativistas en activo como los potenciales vieran algo más que una ilusión; de hecho la imagen de la villa y la precariedad en la que se estaban desarrollando las cosas, no resultaban demasiado alentadoras. Había que presentar resultados y demostrar continuamente que San Patricio avanzaba.
Una primera cuestión imprescindible era la compra de terrenos en los que el colegio había de quedar definitivamente emplazado. Vistos muchos y estudiadas sus posibilidades, el elegido ocupaba una importante extensión en una de las laderas que subía desde la autopista hasta las proximidades de la carretera de Errondo-Ayete.
A mediados de agosto de 1976, mientras unos padres tiraban tabiques en Villa María Teresa, otros se sentaban a firmar el contrato de compraventa de terreno en nombre y representación de la Cooperativa Colegio San Patricio.
El diseño del edificio, la confección del proyecto general y la posterior dirección de obra corrió a cargo del arquitecto Juan Dorronsoro Peñagaricano. El proyecto que se le propuso era el de la construcción de un centro educativo con capacidad suficiente para albergar dos líneas –grupos por nivel- en el que se impartieran todas las etapas comprendidas entre Preescolar y C.O.U., cumpliendo todas las exigencias marcadas por la Delegación de Educación.
Los trámites, otras ocupaciones y preocupaciones.
A punto de finalizar el curso 76/77 la directora exponía a la Junta Rectora las exigencias que la Delegación de Educación establecía para permitir que se impartiera la E.G.B. en el colegio: eran precisas ocho aulas de 56 metros cuadrados.
Para continuar dando clases, y ahora hacerlo con los permisos pertinentes, había que volver a cambiar de sitio. La Junta Rectora tomó la decisión y la Comisión de Obras empezó a trabajar en ello.
Se sopesaron varias alternativas, y al final se tomó la determinación de desplazarse al colegio el Sagrado Corazón, de Miraconcha.
Otro campo de trabajo que no se podía descuidar era el de la captación de nuevas familias cooperativistas y a ello dedicaba su empeño la Comisión de Propaganda con la colocación de carteles en diversas zonas de San Sebastián que gradualmente fueron extendiendo a Lasarte, Zarautz.
Pero la acción sin duda más llamativa fue la del rodaje de una película publicitaria de treinta minutos de duración que se proyectaría en los cines Astoria, Principal, Savoy y Victoria Eugenia, los meses de marzo, abril, mayo y junio de 1977, respectivamente.
Todo cuanto se hacía requería continuos desembolsos económicos y, por el momento, no existían subvenciones que ayudaran a soportar los gastos. Correspondía a la Junta Rectora la tarea de ofrecer un colegio atractivo, pero económicamente asumible. El acondicionamiento de La Villa, los gastos de mantenimiento y, sobre todo, los de personal tenían que ser soportados por unas cuotas que, si se disparaban, darían al traste con el colegio.
Era preciso ganar tiempo, superar esos primeros años de estrecheces para que todos pudieran empezar a ver que esto marchaba.
Soporte económico de la cooperativa.
Mientras no empezaran a percibirse ayudas y subvenciones, la única fuente de ingresos con la que contaban eran sus propias aportaciones.
En los primeros meses, a medida que era preciso cada padre iba haciendo las pequeñas aportaciones necesarias con las que asumir los gastos generados por la puesta en marcha y la constitución de la Cooperativa. Pero, cuando empezó el primer curso, quedaron ya fijadas unas cuotas que cada alumno, como usuario del colegio, habría de pagar para hacer frente a los gastos generales del centro.
Además, como cooperativa que es, el recibo mensual iba a presentar una cuota de socio, que en principio no se pensó sería recuperada, pero, más adelante, pasó a ser considerada como una participación de cada socio, recuperable unos años después de que el último hijo de cada familia abandonara el centro.
En septiembre de 1977 se regulariza la entrada de nuevos socios en la cooperativa, fijando la aportación inicial, o cuota de entrada en la cooperativa, en la cantidad de sesenta mil pesetas.
El gran problema: la financiación del nuevo edificio.
El 27 de enero de 1978 aparece publicada en el Boletín Oficial del Estado la Declaración de Interés Social del Colegio San Patricio, con lo que pueden emprenderse las obras de construcción del edificio de Ayete. La Junta Rectora nombra al cooperativista José Manuel Ureizti, como aparejador en la construcción del futuro edificio del colegio en representación de los intereses de la cooperativa.
Pero, si algo importante quedaba pendiente era la solicitud de un crédito puente con el que cubrir el desfase existente entre la construcción y el crédito del Banco de Crédito a la Construcción. Después de haber consultado y estudiado propuestas de diversas entidades bancarias, se optó por solicitarlo a las Cajas de Ahorros Provincial de Guipúzcoa y Municipal de San Sebastián.
La obtención de este crédito puso una vez más a prueba a los cooperativistas, pues para conceder el crédito las Cajas exigían las firmas de los padres como garantes sin limitación. Prácticamente todas las familias firmaron, asumiendo con generosidad encomiable un compromiso que puso de manifiesto aún más, si cabe, el grado de implicación de aquel colectivo con su colegio. Y, lo que son las cosas, el documento del préstamo que recoge en ocho páginas los nombres de los doscientos diez avalistas que lo firmaron está fechado el 17 de marzo de 1979, día de San Patricio.
Las primeras subvenciones.
Una vez que el colegio, dispuso de autorización de enseñanza, miembros de la Junta Rectora se desplazaron con la directora a Madrid, con la pretensión de empezar a conseguir subvenciones con las que poder suavizar las cargas económicas que el colegio, y los padres en particular, estaban soportando.
Poco a poco estas gestiones irán dando fruto y se irán recibiendo algunas primeras ayudas para la construcción de aulas y material. Finalmente el curso 79/80 se obtiene ya la subvención de E.G.B.
Aunque quedaba mucho por conseguir, pues la obra del nuevo edificio vio poco a poco incrementado su coste. Si en principio las cifras que se barajaron para la construcción rondaban los sesenta millones, fueron introduciéndose mejoras e incluyendo nuevas cosas hasta el punto de que, al final, hubo que hacer frente a algo más de doscientos millones de pesetas.